miércoles, 15 de noviembre de 2006

Ecología y Cultura: un Reto para los Ateneos.

Los tallistas y artesanos inuits (esquimales) tratan de reconocer el espíritu que suponen oculto en los objetos naturales, utilizando sus habilidades técnicas y artísticas para ayudar a que este espíritu se manifieste. La talla consiste para ellos en una actividad normal dentro de sus vida cotidiana que les permite establecer relaciones mas intimas con el entorno social, las plantas, los animales y las cosas que los rodean. De manera similar muchas de nuestras cultural aborígenes conciben el hecho cultural a partir de esta sensibilidad conciliadora en la que lo natural es guía y fundamento. Se apela así a la “subjetividad” del ser natural, a su cooperación y entendimiento en aras del acto creador. Tal actitud nos sugiere una simbolización ideal para recrear la relación del ser humano y su cultura con el mundo exterior. Sin embargo, ¿cómo no se da esa relación con el hombre moderno? Ella se expresa a través del dominio del mundo impuesto por la voluntad humana, de la adhesión a la civilización industrial que promueve una política de conquista de la naturaleza.

Hasta hace poco, hablábamos de cultura por oposición a la naturaleza,. Si hoy combatimos la extinción de especies completas, la desaparición de ecosistemas, la desertización de vastas regiones, las perturbaciones climáticas, etc., lo hacemos para preservar nuestras vidas y nuestra evolución futura; para que los ecosistemas en los cuales vivimos no se tornen incompatibles con la conservación de nuestra base biológica y cultural. Lo cual no impide que nuestras acciones puedan resultar de provecho también para muchas otras especies y ecosistemas, abriendo así nuevas posibilidades simbióticas y evolutivas para la acción mancomunada de la cultura y naturaleza.

La ecología ha demostrado que la biosfera es un todo ordenado cuya dinámica se orienta hacia la autoorganización y la auto estabilización. Esta afirmación sirve como sostén a nuevas formulaciones éticas que plantean la necesidad de respetar el orden natural. Pero de nada servirá la ecología sí no se entiende que el origen de los conflictos del hombre moderno con su ambiente está situado en su interior. Los ecocidios de una cultura, por ejemplo, dependen en buena medida de concepciones de la realidad, de la realidad natural que se presenta como ajena a ese hombre. Se trata pues de los principios mismos que influyen en la manera en que una cultura produce sus imágenes. El problema ecológico converge así con el problema cultural. Puede afirmarse que la crisis ecológica resulta de la capacidad para reconoce la continuidad existente entre los sistemas sociales y culturales y los ecosistemas en los cuales ellos se enraízan. Partiendo de esta perspectiva, el respeto a la naturaleza puede entonces esgrimirse como una garantía de renovación cultural para gentes, grupos humanos cuya percepción de la naturaleza es mas virtual que real.

La incorporación creativa de la naturaleza a la cultura no sólo permite mejorar la calidad del medio ambiente sino también la de la vida humana.

Se trata pues de una naturaleza y una cultura que se fecundan mutuamente en un lazo solidario. Esta importante tarea debe reflejarse en la misión de los ateneos del país y así construir una sociedad mas centrada y educada ecológicamente.



Por Francisco Javier Velazco Páez
Edición numero 2 -1994
Órgano divulgativo de la Federación de Ateneos de Venezuela

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