miércoles, 21 de enero de 2009

Los últimos acontecimientos, desde nuestra óptica


Valle de Caracas, 21 de enero de 2009


A nuestros amigos ateneístas, a los que seguimos creyendo en un futuro de democracia y paz para este país

Como ya deben tener información al respecto, ayer el edificio ateneo de Caracas que acoge no sólo a la asociación civil homónima, sino a diversas instituciones culturales y sociales, entre las que nos contamos, fue campo de batalla de un enfrentamiento que, al igual que los que ya han acontecido en los últimos días, no dejan de sorprendernos por lo totalmente desproporcionados e injustificados que parecen.
Ayer se violentó el derecho inalienable de un grupo de venezolanos a expresar sus ideas con tranquilidad y a trabajar en un ambiente relativamente seguro, sin temer a agresiones de ningún tipo. Dejando de lado los detonantes de esa situación (la protesta de los estudiantes o el aniversario de Bandera Roja), hacia lo que queremos llamar la atención es a la forma abrupta en que una facción de simpatizantes del movimiento que encabeza Lina Ron, irrumpió en una sala del ateneo y, no sólo sofocaron (casi literalmente por acción de las bombas lacrimógenas) la reunión que allí se efectuaba, sino que, aprovechando la confusión, amenazaron, golpearon y robaron a trabajadores del ateneo, cuyo único delito fue ir a trabajar, como hacen todos los días.
Mientras me alejaba del ateneo de Caracas, al que estaban desalojando por obvias razones, crucé casi al frente de donde se apostaba la señora Ron y el grupo que la acompaña donde quiera que va. Volví a sentir esa sensación de vergüenza ajena que me embarga cuando veo o escucho a alguien equivocarse rotundamente, al oírla proferir no tanto mentiras (que ya es bastante), sino un montón de imprecisiones, barbotadas además sin una gota de pudor y con una carga tal de odio que me hizo comprender mejor que cualquier bala, golpe o bomba lacrimógena, el grotesco adefesio en el que se ha venido convirtiendo la sociedad venezolana durante estos diez años: un terreno baldío del que la violencia se ha enseñoreado, donde unos intentamos resistir, desde las trincheras de nuestros sueños y aspiraciones, el embate de aquellos que lo quieren todo para sí, sin importarles a quién irrespetan ni a quién perjudican; donde el diálogo entre posturas diferentes (no necesariamente opuestas, sino simplemente diferentes) se ha hecho casi totalmente imposible.
Desde ayer (desde mucho antes, en realidad) una gran interrogante me persigue: ¿Cuándo nos convertimos en este país fracturado que se opone a sí mismo?
H.W. Hegel propugnaba la tesis de que “los pueblos tienen a los gobernantes que se merecen”. Difiero un poco de esa afirmación, pues prefiero pensar que los pueblos, como los seres humanos que los conforman, yerran y aprenden. En ese ensayo y error surgen monstruosidades de las que es difícil librarse, pero eventualmente se las vence (eso espero con toda mi alma).
Esta mañana, el Ministerio de Finanzas envió un oficio donde solicita la desocupación del inmueble que administra el ateneo de Caracas, antes del 06 de mayo de este año, poniendo así fin a 77 años de historia, como quien cierra un libro de un golpetazo. Las instituciones que aquí hacemos vida seguiremos trabajando desde este edificio hasta cuando se nos permita. Continuaremos trabajando desde otras instancias mientras sea pertinente y útil nuestra labor. Sin embargo, no deja de entristecer la experiencia de toparse de frente y tan de seguido con la cara más deforme de la estupidez humana.

Lorena Liendo Rey
Directora Ejecutiva, Federación de Ateneos de Venezuela